Durante toda la semana anterior solíamos recoger todo lo que encontrábamos por la calle y en las laderas del monte. Montones de palos, ramas secas, sillas viejas y enseres de todo tipo que nos daban los vecinos.
– Toma chaval, para la hoguera.
Hacíamos un montón con todo y siempre se quedaba alguno de los amigos vigilando para que no nos robaran ningún elemento de la hoguera. Por la noche la encendíamos y cuando quedaban las últimas brasas, saltábamos de lado a lado pidiendo un deseo o quemando la rabia. Allí cada uno tenía la suya.
Después nos recogían las madres, porque en aquel lugar los hombres siempre trabajaban fuera, ya en la mar, ya en el transporte.
Mi madre, por aquel entonces, realizaba un ritual la Noche de San Juan. Colocaba unos cuencos de agua con clara de huevo debajo de nuestras camas y otro cuenco en el alféizar de la ventana del balcón. Según decía nos protegerían todo el año. Y si la clara del cuenco del balcón adquiría la forma de barco, la suerte estaría de nuestro lado. Mamá siempre nos despertaba temprano al día siguiente.
– Corred, corred que el barco de Clara de huevo ha zarpado temprano y se ha llevado a la mar todas las cosas malas.
Entonces nos levantábamos ilusionados, porque una vez más sabíamos que mamá tenía la magia en sus manos. Isabel Montero
#NochedeSanJuan
VII velada Poético-Musical en Ibarrecruz (Poesiaren Iturrian/en la Fuente de la Poesia) y fue en Eibar (Gipuzkoa) el sábado 8 de junio de 2019
Si la poesía constituye un arte creativo y expresivo en sí mismo, la armonización de voz, recitación, música y canción en sincronización se erigen en una “performance” o acción artística que genera la máxima sublimación en quienes lo realizan y en el espectador como parte activa en esa creación, en la capacidad de emocionarse y ser creador asimismo en cuanto a la interpretación del efecto que le produce el hecho artístico que contempla.
Y esto es lo que ocurrió el pasado viernes 7 de junio en Eibar, durante la VII velada Poético-Musical en Ibarrecruz, Poesiaren Iturrian, acto en el que estuve invitada por su organizadora Maite Lorenzo Sánchez responsable del Taller de Poesía Itzanma de Eibar, y en el que tuve el honor de participar al lado de mis amigas Dory Lansorena e Idoia Arteaga Garmendia. La poeta y periodista Dory Lansorena lidera el programa dedicado a la poesía “El refugio de Calópe” que se emite en la emisora Donostiarra Kasares Irratia/radio Casares, con la colaboración de Idoia Arteaga Garmendia y Bixen Aramburu.
En total fuimos 32 rapsodas y poetas al unísono. El tema era libre por lo que se conjugaron poemas de grandes maestros de la literatura y de poetas actuales que acudimos desde diferentes puntos de la geografía. Bilbao, San Sebastián, Rioja, Madrid por citar algunos. Además, intervinieron el Koro Txiki Juan Bautista Guisasola y las voces de Sostoa Abesbatza. Al piano, el gran Alberto Egia Blanco.
Larga fue la lista por tanto, la cual cito a continuación por el orden participativo.
En primer lugar, el Koro Txiki abrió el recital, detrás y por este orden:Araceli Bono, Begoña Sánchez, Elena López, Elisa López, Maria Pilar Sanz, Mariaje Saez.
Seguidamente el coro Txiki nos hizo vibrar con Caresse Sur l´ocean para pasar a escuchar a:Marta Ugartechea, Pilar Medina, Verónica Igareda, Elena Martín y Maite Lorenzo.
Maite Lorenzo recitando un poema de Maria Teresa Cervantes
Maite Lorenzo Sánchez recitó un poema de la gran poeta de los 50 y de la actualidad, María Teresa Cervantes, una gran creadora, que actualmente reside en su Murcia natal y es Mujer avanzada a su tiempo.
Tras la actuación de Maite, escuchamos Iñundik Iñoare interpretada por las voces del Koro Txiki Juan Bautista Guisasola y tras esta dulce interpretación escuchamos a:
Tras ellos los temas musicales, El mar Muerto y Alma, Corazón y Vida en la primera intervención de Sostoa Abesbatza., pasando a la recitación de los poetas:
Amenizados por Sostoa en el interludio con Ojos Brujos y Kantauri nos acercamos al final del recital interviniendo:
Dory Lansorena, Isabel Montero Garrido, P.M. Losua, María Diaz e Idoia Arteaga.
Idoia Arteaga Garmendia, Dory Lansorena e Isabel Montero Garrido antes del recital.
Por último, recitaron a dúo Rafa Herce y Alberto Oswaldo.
Como comentaba al principio de la Crónica la idea de que el conjunto del acto se constituyo en un elemento de Arte que sublimó a los presentes e hizo emerger la energía creadora delante de la fuente. Se respiraba belleza.
No me queda más que agradecer esta invitación al evento y dejar una muestra del Vídeo cedido por Maite Lorenzo y que tan magníficamente elaboró el cámara Miguel Sánchez. Sin él esta contemplación posterior no sería posible.
Gracias a todas las personas que intervinieron para hacer realidad esta magia que fue la VII Velada Poético- Musical en Eibar.
VII velada poético musical en la fuente de Ibarrecruz en Eibar. Organizado por: Maite Lorenzo Música: Alberto Luis Egia Y la colaboración de: Coro Juan Bautista Gisasola Coral Sostoa Miguel Sánchez Audiovisual.
Video cedido por Maite Lorenzo Sánchez
Entrada Dedicada,
A mi amiga y poeta Ángeles Cabeza Martínez que falleció esa misma noche o madrugada en Madrid, le dedico esta entrada en el Blog y mi intervención en la velada con el poema De un Sueño Real/ Alma Casa de mi libro “Plasma de los vivos”, Editado por la Delegación en Madrid, de la Real Sociedad de Amigos del País. Porque sé Ángeles querida, que tú también estuviste en Eibar. (Goian Bego Ángeles)
El Peine del viento, Eduardo Chillida. Foto Isabel Montero.
Entendemos por espectador la persona que aprecia una obra, sea teatro, arte, literatura, música, espectáculo, aspectos de la vida diaria, incluso elementos de vida que pudieran ser consideraros objetos o situaciones de no asombro.
Suponemos siempre que el papel del espectador está supeditado o predefinido a la voluntad del autor. Pero este hecho es subjetivo ya que en realidad quien percibe la obra puede ajustarse o no a lo que el autor esperaba e incluso a lo que se espera por las autoridades en la materia que se exhibe.
Realmente yo concibo al espectador como la persona que realiza un acto de comportamiento social por el cual observa una situación y esta situación la percibe con diferentes sensaciones; muestra poco interés, gran interés, se emociona e incluso llega al asombro. Lo que puede surgir a partir de este asombro puede ser otra creación poética, musical, escultórica, es decir en cualquier disciplina que se integran en la capacidad creadora del ser humano. El hecho de asombrase ya es en si una creación del ámbito emocional.
Hay por tanto asombros en los que uno mismo se hace público de conjunciones asombrosas que ocurren entre los distintos elementos de la Tierra. La combinación de elementos naturales y de los transformados por las manos del hombre.
Me ocurre con la obra del escultor Eduardo Chillida, en toda su obra ya sea en el museo Chillida Leku o en cualquier espacio en el que esté situada. El mayor efecto lo percibo en la obra para mí “Opera Prima” de Chillida, “El peine del viento” en San Sebastián.
El hombre, las manos, la materia y los elementos: aire, fuego, agua y tierra. Es el fuego el que modela el hierro para transformarlo, quizá intentar dotarlo de vida, hacerlo infinito y ver, que en último término no puede ser y son los elementos de la naturaleza los que se acercan a esta idea de infinitud que el hombre puede percibir por sus sentidos, por su percepción y propiocepción.
Creo que la búsqueda de Eduardo Chillida se asienta en una inmersión de todo lo descrito.
Lo finito, lo infinito y la transformación por la mano del hombre al igual que hicieron nuestros ancestros y los primeros seres humanos: observar, trabajar y transformar intentando ver la utilidad, buscando el porqué de los fenómenos e incluso la espiritualidad. Veo por tanto en la obra de Chillida una búsqueda incesante de lo que pudiera haber “más allá”.
Contemplando este verano la obra “El peine del viento” agitó mi ánimo que concluyó con la siguiente composición poética.
Eduardo Chillida Juantegui fue un escultor y grabador vasco conocido por sus trabajos en hierro y en hormigón (San Sebastián-Donostia 1924/2002)
El peine del viento.
Allí está, anclado en el acantilado él, “El Peine del viento”.
De repente, se me antoja lo más profundo: el viento, el arco que describe la ola,
la espuma que atraviesa el espacio vacío entre los dedos.
Quizá quiera atrapar lo infinito,
asir el aire, apresarlo, sujetarlo y hacerlo suyo.
Hacer permanecer al viento entre sus manos,
entre los dedos de hierro.
Pero se escurre la apariencia una y otra vez.
El viento, el aire, la tormenta, las olas y la sal de mar desaparecen.
Al rato otra vez chocar con las olas, contra los peines, contra el muro
y todo se resbala. Sopla el aire por las chimeneas del pavimento, ¡zum! y
gotas de agua.
Todo se transforma y al tiempo se marcha, igual, desaparece
como la espuma.
El canto de las gaviotas, el sol, el agua, el olor a sal,
inmensidad en el acantilado.
Profundidad.
¡Peine del viento! Hierro forjado en fuego para la infinidad.
Y la finitud de la materia, sin embargo, surge ante el Universo infinito.
* Ahora mismo sabemos que la fibromialgia es una enfermedad grave. Es más que dolor y tiene riesgo de muerte por daños colaterales. No existe tratamiento. Y no se lleva a cabo la adecuada investigación y el tratamiento de los pacientes. El INSS lo contempla de forma indiferente con la desesperación de los enfermes que se consumen en vida.
La fibromialgia en sí misma está asociada a la fatiga crónica y a síndromes de sensibilización química tanto del ambiente, como de la química de los alimentos. Los tres pueden ser uno con manifestaciónes de cada uno en mayor o menor medida o según el momento. Se investiga poco en general. Y en esta enfermedad menos, siendo tratados por las administraciones públicas y sanitarias como enfermos de segunda clase.
Superamos toda clase de riesgos, cuesta vivir sin miedo siendo esta una enfermedad altamente incapacitante e incluso mortal por el riesgo que conllevan los problemas pulmonares y cardíacos en relación con la espasticidad.
Sirva mi poema para mostrar un sentimiento de impotencia y desasosiego vital de nosotros los enfermos.
Y como dice una canción “ No estamos locos, sabemos lo que queremos…vive la vida…”
Concluyo pidiendo ese trato Justo y humanitario que nos merecemos al igual que otros enfermos crónicos. Investigación y ayuda para encontrar la cura. La calidad de vida.
La mayoría de la gente asocia el día solo a San Jordi, pero en realidad es una fecha que se hermana con autores relevantes a nivel Mundial. Por tanto es un día que celebra los libros y la cultura a este nivel. Autores como Cervantes, Shakespeare, Valente, entre otros, que han hecho de la cultura ese tesoro necesario que han de poseer los pueblos. Y eso no es asunto baladí en estos momentos en los que se debate tanto y se olvida lo esencial. Las necesidades del ser humano. Cuenta la filosofía helénica que el ser humano para dedicarse a la filosofía, arte y cultura, es decir al cultivo de su alma y espíritu, ha de tener sus necesidades básicas cubiertas. Es decir comida, techo y dinero para vivir dignamente. Y eso no ocurre en general hoy en nuestro mundo. Por ello como poeta o poetisa quiero alzar una Plegaria para que todo esto se produzca y que la cultura llegue a los hombres y que el pensamiento se cultive y sea libre.
Plegaria, Plasma de los Vivos, Isabel Montero Garrido
Me gustaría cerrar la entrada dando las gracias a todas las personas que trabajan por y para la cultura, que son muchas, pero que en este momento en el mundo y en este país quedan Veladas entre tanto murmullo, falacias y voces disonantes que no pretenden el desarrollo del pensamiento autónomos en los seres humanos sino todo lo contrario.
Por ello hoy más que nunca que hablen los poetas, que griten los poetas.
Feliz Día del Libro 2019 desde mi rinconcito de Epifanía en la Luna.
Esta vez es para compartir mi participación en el programa de radio «El refugio de Calíope» en Casares Irratia de San Sebastían, el miércoles 17 de este mes de Abril.. El programa conducido magistralmente por Dory Lansorena versó sobre mi obra y la obra de la escritora Marina Fernández de Retana. Conversamos sobre poesía y literatura, en este mes de abril dedicado especialmente al libro y la cultura. Agradecer a Dory Lansorena y Bixen Aramburu que crearon el clima apropiado de tertulia de calidad en la radio, medio este que se presta a pasar los mejores momentos. Y a Marina Fernández mi compañera escritora a la que fue muy grato conocer.
Os dejo este enlace de mi participación en El refugio de Caliópe, para que podáis escucharlo, disfrutarlo y soñar con la poesía.
Gracias a este maravilloso equipo de Casares Irratia y a tí Dory por brindarme la participación en esta experiencia y esa forma de mirar la poesía.
La naturaleza siempre está presente en la obra de Isabel, pero sin lugar a dudas «La senda hacia lo diáfano», la contiene en toda su inmensidad. Además de esta naturaleza vamos a encontrar esa constante búsqueda de la autora de ideales elevados . Una búsqueda que realiza a veces de manera intimista acercándose a la soledad del alma,.
Este es el cuarto poemario de Isabel, una poeta que se crece y ahonda sus raíces en lo más puro de la Tierra, en lo más profundo.
Acabo de leer este, su último poemario y sinceramente me ha llegado. Sus fugaces poemas cortos que revolotean entre las palabras de este espacio natural, sus poemas más largos, confieren a este poemario la categoría de Obra.
Isabel es defensora de la Naturaleza y así nos lo demuestra en este libro que recomiendo no como amiga, que lo somos, sino como lectora y escritora.
Enhorabuena Isabel y gracias por acercarnos tanta grandiosidad.
Agradezco a Alfonso Cebrián, escritor que admiro esta hermosa entrada que publica en su blog Cuentos Inacabados. Tengo que decir Alfonso que me siento halaga de que en este Día Mundial de la Poesía te acompañen mis versos.
De mi libro «Plasma de los vivos» editado por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del Pais, Delegación en Madrid (Euskalerriaren Adiskideen Elkartea, Gorteko Ordezkaritza), selecciono el poema «Deshumanidad» para celebrar el día Mundial de la poesía 2019 y la llegada de esta primavera.
Hace aire. Un aire que corta; un aire que se mete, que se reparte y anida en la terraza, formando remolinos pequeños, en los que la pelusa da vueltas, se disuelve entremezclada con alguna colilla, con algún pétalo ya marchito de las flores que adornan las barandillas. Es otoño y hace frío. Es otoño, un otoño temprano que le nubla la vista, que adormece sus ojos cansados. Los ojos de Flora.
Y a Flora se le cansan los ojos de mirar y la pelusa del aire se le mete en ellos. El frío la envuelve y se ajusta la bata entre sus brazos; debajo de ellos, pegada a su cuerpo cansado, flácido y engordado, envejecido, magullado por el pisar fuerte de la vida. Pero resiste en la terraza. Un rato resiste. Hace dos días que sus persianas están bajadas. Y el polvo se acumula, se acumula y se levanta con el aire; se une al remolino de la calle y asciende, sube y se precipita en la terraza. Y Flora huele en él, presiente y nota que algo pasa en casa de la María porque no la ve. No la ve a ella. La María no sale a la terraza.
Me pongo la bata guateada, la de flores, esa que me regaló mi chico. Mi muchacho, me la compró, con su primer sueldo. Un muchacho valiente el mío. Mi Jose. Pepe le llaman ahora sus amigos. Don José en el despacho. Abogado, mi Jose. Él no quiere que me la ponga. Qué está ya vieja, que tengo otra mejor. Pero lo hago. Con su primer sueldo me la compró. Una bata para que no pasara frío en la casa. La casa. Una casa pequeña pero ahora con la calefacción. Ya no necesito la bata. También mi Jose me la puso cuando metieron el gas en el barrio. Yo no quería, que conste, pero así es mi hijo, mi Jose. Y que quiere que me vaya. Que allí en el chalet hay sitio de sobra. No me deja mi chico. Pero yo no quiero; esta es mi casa, mi vida. Y por eso me pongo la bata para salir a mi terraza y ver a la María. –La María no, mama, María- me dice. Sin el “la” mama. ¡No se ha hecho fino ni nada mi Jose con los estudios! Pero yo a la María prefiero llamarla así. Son muchos años para cambiar. Desde mi terraza se ve la suya. Justo en el bloque de enfrente. Hace un aire que me corta la cara, pero me meto la bata, salgo y estoy un rato. Espero que salga y me diga:
¡Flora, anda vente pacá que nos tomamos un café!
La María, lo recuerdo como si fuera ahora. Ni cinco minutos hacía que yo había llegado a la casita. La del barrio pobre que decían. La casita baja. Ni cinco minutos que había llegado con mi chico pequeño. Tres años tenía entonces. Se nos dieron malas en el pueblo. Una madre soltera que era yo. No eran las cosas como ahora. Y nos vinimos aquí, a la capital. A la casita que me pasó mi prima. Unos pocos dineros le di yo. Que de gratis nada. Unas poquitas pesetas de entonces que me dio mi padre. Que no quería que yo pasara penas, decía el pobre.
-¡Eh! – me gritó- ¿Vas por agua?
Así es la María. Lo dice todo sin tapujos. La María en la casita de enfrente. Siempre enfrente y a mi lado. Y yo al suyo. Ella me buscó lo de las casas primero. Luego lo de las oficinas de madrugada. Y por último lo de la contrata. Estuvimos años con la contrata de limpieza. De ahí nos quedó la paga, pequeña pero segura. Aunque dice mi hijo que con él no me hace falta. Mi Jose. A la María sí, que sus hijos no le pasan. No porque no quieran. Porque no pueden. Ya lo dice ella: ¡Bastante tienen! Fue entonces, cuando lo de la contrata, que vino la María con lo de los pisos.
Mira Flora- me dijo- yo ya estoy cansada de salir de casa y el barro hasta las rodillas. De llevar los zapatos en la bolsa y de ponérmelos al llegar al Centro. ¡Qué se nos nota María! Que se nos nota por el barro que somos del “Barrio Pobre”. Que no quiero yo que se les note a los hijos. Y estoy harta de cargar con el agua, de los generadores de la luz y de enjalbegar la casita. Nos vamos a apuntar. ¿Si no nos toca a nosotras lo de renta baja, dime tú a mí a quién?
Y a mí me daba miedo. Un miedo agudo. El miedo constante de los pobres. Pero ella era fuerte. Y yo estaba con ella. Había que hacerlo, marcharse a un piso. A un barrio con las calles asfaltadas, con luz en la calle y en la casa, con agua corriente. Hablaban de demoler las casitas, aunque el barrio crecía. Lo hacía cada noche. Una más; en una noche una más; un nuevo hogar; un hogar para la miseria. Una miseria honesta y trabajada.
Vamos Flora- me dijo- vamos que nos rellene el cura los papeles. Por los chicos. Y lo hicimos. A María entonces aun le vivía su hombre; débil, diminuto- “algo escuchimizao”- decía ella-. En su cara se veían las marcas del vino. ¡Vaya si se veían! María quítate de ese hombre mujer, solía decirle; que no hace más que darte sinsabores. La de veces que se lo decía. Y ella que no.
Que no Flora- me decía- que no. Tú no lo entiendes. Bien sabes que le daba cuatro patadas, ¡y a la calle! Pero están mis hijos. ¡Qué no les hago eso yo a ellos! Eso clarito, Flora, que no quiero que vean a su padre tirado como un pordiosero.
Y dale que te dale la María con eso del pordiosero y yo, no sé qué era mejor.
Y se esfuerza Flora, se esfuerza- me contaba en un aparte del corro de las vecinas. A ellas les decía que Don Aurelio, el médico de la iguala, andaba a vueltas con eso de la tensión de su hombre. Y todas hacían que se lo creían. Yo también, delante de ellas. Pero a mí, a solas, no podía engañarme. Sí, trabajaba; trabajaba a veces en lo que podía. Trabajaba, se lo jugaba y se lo bebía. Y la dejaba colgada con los críos. Ella venía y lloraba en mi cocina.
No vuelvo a abrir la puerta a ese fulano– comentaba entonces.
Fulano lo llamaba, en ese momento. En ese instante en el que ella había llegado al fondo de sus reservas; cuando había caído en el abismo oscuro de la desesperación, en la desdicha insalvable. A mí se me enrojecían los ojos. Y ella me miraba con su cara mojada y se restregaba con el mandil a cuadros. El mismo con el que sonaba los mocos a los críos. Le vivían tres: dos chicas y un varón. El pequeño de la edad de mi Jose. La última, la que nació muerta fue niña. Tres días estuvo coronando la pobrecilla. Asfixiada. Y nada de hospital, que su hombre no quería. Que sus hijos nacían en casa. Pero él, su hombre, por ahí. Que arrastras lo traje, que no se tenía en pie. Eso sí, lloraba como un crío. Nunca he visto llorar así a un hombre, en realidad ni mucho ni poco: no he visto llorar a ninguno.
-Déjalo Flora, que llore- me decía ella- que se desahogue. ¿No ves que lo pasa mal?
Así era La María. Dos guantazos le habían dado yo y a la puta calle y que Dios me perdone. Pero no, ahí estaba él tirado en la cama con la cabeza entre sus pechos. ¡A la puta calle! Sí, eso hubiera hecho yo. Al tiempo, él se murió. No llegó a ver el piso. Pasa algo raro. Lo sé. Me asomo y no la veo. Tiene las persianas bajas. Hace frío. Mejor entro y luego vuelvo a salir. ¡Qué raro la María! Sí, más tarde vuelvo a salir. Anda que no lo hemos pasado bien La María y yo. De todo ha habido. Penas y risas. Sobre todo, después de venir al piso. Los domingos nos dejábamos a los chicos en el matinal del barrio. Y nos íbamos de paseo, a tomar el vermú. Y un vermú que nos tomábamos. ¡Madre mía, con lo cabezón que era! Y sin parar de reírnos. Y luego a buscar a los chicos sin que se nos notara. Por las tardes a veces íbamos al Centro. No todas, sólo cuando hacían la excursión de la parroquia. Allí mandábamos a los niños, nos quedábamos solas y al minuto La Maria por la ventana:
-¡Flora, que ya estoy!
Y al Centro, a una sala de baile. ¡Lo bien que lo pasábamos! Ya digo, no todo eran penas, vaya que no. Me parece oír el timbre. La Maria seguro que no. Ella siempre me llama por la terraza. Es mi Jose. Seguro. Siempre pendiente de mí. Tengo las piernas pesadas. Cada día me cuesta más. ¡Ay Dios mío! Así, se lo digo. Le digo que no veo a La María. Es mi chico. Y me besa en la frente. No sé qué dice de La María. Que no lo recuerdo. Que se me olvidan las cosas. Si sabré yo. Hijo, – le digo. ¿Qué tiene que ver eso con La María? Y me pongo la bata, la floreada y quiero salir de nuevo a la terraza. Pero él no me deja. Mi Jose no quiere y me lleva hacia el sofá, ¡no corras le digo! ¿No ves que a tu madre le pesan las piernas?. Dice que La María no está, que se ha muerto. Hace un año, me dice. Y recuerdo y no recuerdo, cedo y no cedo, me resigno, suspiro, cojo la labor y la dejo. Me pongo los brazos sobre el regazo y pienso. Callo y pienso. Cuando mi Jose se vaya saldré de nuevo a la terraza.
Hace frío. Un aire que corta, que se mete, que anida en la terraza.
Isabel Montero
Este relato «Vecinas», fue hace unos doce años, Premio Especial en la Categoría de «Personas que han hecho mucho por los barrios». De la historia y como especialista en ella, siempre me han llamado la atención los hechos de la gente sencilla y la significación de estas vidas y su papel en los fenómenos históricos. Es lo que desde mi punto de vista forma una de las partes de la intrahistoria de los pueblos. He escogido este Relato para publicar en el blog en Este Dia de la Mujer precisamente por ello. Es una ficción basada en fragmentos de la vida en la España en la década de los cincuenta en barrios periféricos de Madrid. Indudablemente son realidades que pueden ser transportadas a otros lugares, otras vidas y otra ambientación. Quiero por tanto rendir un Homenaje a esas mujeres sencillas de aquí y de cualquier parte de la Tierra que forman el pilar de tantas existencias. Alas que son. las que fueron y las que serán. Con emoción en este Día de la Mujer 8 de marzo de 2019 para que llegue algún momento en la que la celebración de este día no sea necesaria.