Se agitaron las ramas del tronco del árbol,
los bronquios, los alveolos, los pulmones
se apretaron.
Sonaron trompetas, sibilancias, sonidos,
siseos en caja hueca.
No se supo la causa, quizá
una inhalación química nefasta para la
sensibilidad. U ósmosis de sustancias
aparentemente inofensivas;
el aire, la manzana del paraíso, o el dolor
de la vida por vía intravenosa.
Un cuadro severo, y se aplicaron
tratamientos paliativos para evitar
el riesgo.
Bronco espasmo severo con estrechamiento
completo.
¡No! no sería Justo. Aspira, aspira, aspira
el aire de la sanación.
¿Paró respiratorio? No. Claro que no.
No es momento. Las raíces bronquiales se han
anclado en la Tierra de Vida.
Evitar la muerte una vez más será necesario.
Isabel Montero
* Ahora mismo sabemos que la fibromialgia es una enfermedad grave. Es más que dolor y tiene riesgo de muerte por daños colaterales. No existe tratamiento. Y no se lleva a cabo la adecuada investigación y el tratamiento de los pacientes. El INSS lo contempla de forma indiferente con la desesperación de los enfermes que se consumen en vida.
La fibromialgia en sí misma está asociada a la fatiga crónica y a síndromes de sensibilización química tanto del ambiente, como de la química de los alimentos. Los tres pueden ser uno con manifestaciónes de cada uno en mayor o menor medida o según el momento. Se investiga poco en general. Y en esta enfermedad menos, siendo tratados por las administraciones públicas y sanitarias como enfermos de segunda clase.
Superamos toda clase de riesgos, cuesta vivir sin miedo siendo esta una enfermedad altamente incapacitante e incluso mortal por el riesgo que conllevan los problemas pulmonares y cardíacos en relación con la espasticidad.
Sirva mi poema para mostrar un sentimiento de impotencia y desasosiego vital de nosotros los enfermos.
Y como dice una canción “ No estamos locos, sabemos lo que queremos…vive la vida…”
Concluyo pidiendo ese trato Justo y humanitario que nos merecemos al igual que otros enfermos crónicos. Investigación y ayuda para encontrar la cura. La calidad de vida.
Isabel Montero