presentación libro

«Salón de Proyecciones» presentación en Madrid

Me es grato comunicar la presentación de mi primer libro en prosa, «Salón de Proyecciones», editado por ediciones Mahalta de Ciudad Real.


Un libro de relatos que no os dejará indiferentes.
Me acompaña un presentador de notable relevancia  Iñigo López de Uralde Garmendia, y el autor del prólogo también no menos relevante, Victor Hugo Pérez Gallo.
El acto lo amenizarán los músicos Urko Urteaga Erostarbe y Nagore A. que han adaptado temas musicales actuales al Txistu, acordes a la temática del libro.
Desde aquí agradecer la colaboración de  Euskal Etxea Madrid y su presidente Roman Zurutuza y como no, a mis compañeros de  la Junta Rectora de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País – Delegación en Corte con Javier Olaciregi al frente como Delegado en Madrid.
Un agradecimiento en la amistad y el cariño a Juan Aguado Urkiola.

Os espero por tanto el jueves 24 de octubre a las 19:30 horas en el Salón Peio Aramburu, de Euskal Etxea de Madrid, Calle Jovellanos, 3.

La entrada es libre hasta completar el aforo.

Si te interesa Salón de Proyecciones puedes pedirlo aquí

Sobre libros

Hideane y sus amigos, Ane Bastida Lizaso

¿Qué se puede decir de un libro que tiene todos los ingredientes para interesar tanto al público infantil como al adulto? Lo tiene todo, todo lo que entretiene y educa a la vez en los valores universales como son la ecología, la amistad, la necesidad del ser humano de comunicarse y tener empatía.
Eso le ocurre al cuento de Ane Bastida Lizaso, Hideane y sus amigos.

Además cuenta con unas magníficas ilustraciones de Nadia Beltrán de Lubiano.
Sin querer desvelar el contenido, decir que la acción transcurre entre Eibar y Deba, y que es un viaje. Un viaje que veremos tendrá un sentido de transformación en la protagonista del cuento. Sin querer ser «un viaje del héroe» en este caso heroína, lo es porque Hideane parte de un contexto y tiene que tomar decisiones para conseguir un buen fin.

Este libro sale a la vez en castellano y en euskera. Y próximamente saldrá en japonés.

La edición castellana corre a cargo de una editorial andaluza, «Apuleyo ediciones» y la edición en euskera de una editorial vasca «Denonartean».

Sabemos que hacer literatura infantil no es asunto baladí. Es un género difícil y Ane lo borda.

Este cuento surge en el confinamiento. Es cuando Ane, en plena Pandemia decide darle forma. Pertenece por tanto a la llamada «literatura de pandemia». Y yo veo interés en ello porque además nos servirá siempre para poder abordar con los niños lo que fue un momento ya histórico. El libro de Bastida trasciende pues lo Universal

Hideane y sus amigos, castellano, Apuleyo ediciones
Hideane eta bere lagunak, euskera, Denonartean.
Ilustraciones Nadia Beltrán de Lubiano.

Se puede adquirir, en la plataforma de Elkar, en las respectivas editoriales y contactando con la autora Ane Bastida Lizaso en Facebook e Instagram.

En Madrid lo tienen en la librería Muga, de Vallecas.

¡Zorionak Ane!
¡Zorionak Nadia!

relatos Isabel Montero Garrido

La nochebuena

Acababan de dar las diez y quince en el reloj del salón en el que había dejado la cena para los señores de la casa y sus cinco hijos. No hacía nada que habían llegado de celebrar la eucaristía de las nueve, que, en la parroquia de ese barrio adinerado, hacía las veces de la misa del gallo. Se trataba de una familia muy religiosa. Magdalena tenía permiso para ir a cenar con los suyos a pesar de trabajar como interna. Así mismo se lo dijeron.
—Mañana no se quede Magdalena que es Nochebuena, déjenos la cena para servir y vaya a cenar con los suyos, le dijo la señora el día anterior.
A ella le llamó la atención lo de los suyos porque en once meses que llevaba trabajando en esa casa, no le habían preguntado si tenía familia. Jamás de los jamases.
Magdalena entró a servir por su prima Dorita que hacía unas horas en esa misma casa por el tema de la colada y la plancha. La interna que tenían los señores de Angulo se había marchado a su tierra allá en Ecuador.
—Se ve que tenía allí a sus hijos y llevaba más de tres años sin verlos. Se ve que no aguantaba más chica, le dijo Dorita.
—¿Pero no quieren informes?
—Mira Magdalena, la señora tiene cinco hijos, una casa enorme, y está desesperada. Por supuesto, me lo ha propuesto primero a mí. Le he dicho que no. Que imposible. Tú sabes mija, que yo tengo marido e hijos. Yo a mis niños desde que me los traje, no los dejo.
A las diez y treinta minutos exactos, salió Magdalena por la puerta, atravesó el jardín y cruzó la carretera a grandes zancadas hacia la parada del autobús. Se divisaban ya las luces de los faros al alcanzar la curva de arriba de la calle. 
—Si pierdo este autobús, Dios sabe, y se santiguó.
El trayecto del autobús al intercambiador en el que debía coger el metro duró tres cuartos de hora, en los que Magdalena, aprovechó para enviar algunos wasaps de felicitación y contestar a otros. También le puso uno a su marido.
—Estoy a medio camino.
A medida que el autobús se acercaba a la ciudad, se podía ver el reflejo de los adornos y las luces de navidad. Un derroche de luz y color: guirnaldas, edificios que pestañeaban en distintos tonos, y música, se podían oír villancicos cuando el autobús abría y cerraba las puertas en cada parada. Subía poca gente. Esos autobuses interurbanos que bajan de las urbanizaciones no suelen ser de recogida sino más bien de bajada de personas a distintos puntos de la capital.
Ya en el andén del metro tuvo que aguardar veinte minutos.” Por causas ajenas a Metro hay retrasos en la L1, L2, L6, disculpen las molestias, gracias”, se escuchaba de vez en cuando por megafonía, y unos letreros luminosos por les que pasaban las palabras como en una cinta transportadora, se hacían eco del mismo mensaje. 
Magdalena volvió a los wasaps. No paraban nunca. Vio que su marido no había contestado. Ni siquiera lo había visto. 
Por fin el metro entró en el andén. Aun le quedaba un buen trecho porque, aunque esa línea iba directa y no debería hacer ningún cambio, todavía tendría que coger un autobús que la llevara hasta su barrio. Por suerte, pudo cogerlo sin esperas.
Poco faltaba para las doce cuando se avistaron las primeras casas del barrio donde vivía. Se accedía por una carretera comarcal que en su último tramo estaba sin asfaltar. El autobús daba saltos y tumbos. Magdalena viajaba sola y el autobús se detuvo apenas un minuto para que se apeara. Entonces, corrió por las callejuelas estrechas de casas bajas. Algunas habían encendido las chimeneas. De otras se oía jolgorio de “campana sobre campana”. Cuando llegó a la suya abrió con premura la puerta y allí estaba José, despanzurrado en el sofá boca arriba, con un hilillo de saliva que le caía por la comisura de los labios. Borracho perdido. Muy borracho. Apenas entreabrió los ojos cuando ella le sacudió y emitió un gruñido para seguidamente, girarse sobre sí mismo. 
Magdalena le echó una manta por encima, y lloró. Lloró apenas cinco minutos. No se permitió más. Encendió una vela de Navidad de esas de olor que le había regalado la señora el día de antes. Se abrió una lata de paté que traía en el bolso y se lo comió a cucharadas. Había olvidado comprar el pan.

©Isabel Montero Garrido

Se trata de un cuento que escribí en Navidad por no se qué motivo. Pura prosa y pura ficción.

relatos Isabel Montero Garrido

La ventana

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La ventana era una abertura a la esperanza. Podrían vivir detrás de ella la calma, la cordura, la libertad y la forma de iniciar una nueva vida lejos de allí.

Tristemente nunca lo sabría, el guardian de palacio custodiaba la llave con celo, con la buena disposición de un mayordomo que nunca decepciona a su amo.

Una vez siendo pequeña, al poco tiempo de estar encerrada allí, consiguió asomarse de puntillas por la ventana. A lo lejos le pareció ver el mar.

Esa noche soñó que un principe llegaría en un velero de oro y la rescataría. No sabía que esos principes habitan solamente los cuentos de hadas.

Isabel Montero Garrido