relatos Isabel Montero Garrido

La ventana

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La ventana era una abertura a la esperanza. Podrían vivir detrás de ella la calma, la cordura, la libertad y la forma de iniciar una nueva vida lejos de allí.

Tristemente nunca lo sabría, el guardian de palacio custodiaba la llave con celo, con la buena disposición de un mayordomo que nunca decepciona a su amo.

Una vez siendo pequeña, al poco tiempo de estar encerrada allí, consiguió asomarse de puntillas por la ventana. A lo lejos le pareció ver el mar.

Esa noche soñó que un principe llegaría en un velero de oro y la rescataría. No sabía que esos principes habitan solamente los cuentos de hadas.

Isabel Montero Garrido

Aniversarios · poesía Isabel Montero Garrido

Tercer aniversario

A Andrés, Goian bego.

Tercer aniversario, siempre en mi corazón.

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Un silencio
y tú ya a lo lejos,
verte a ti, tú, saltar desde el horizonte
por la boca de salir al mar.
Te fuiste tú, así un día, y tal vez lloviera y no lo recuerdo, tú a lo lejos,
en el horizonte.
Un silencio.
Un silencio equivocado, de eso estoy segura, y si no, ¿Cómo pudo ser aquello
en aquel día?

Un silencio equivocado
Un grito luminiscente.
El último «carpe diem», tal vez lo fuera, seguro, el equipaje poca cosa, la luz,
sabor de hospital, otro silencio y los
chispazos interestelares; te fuiste
por la boca de salir al mar.

Isabel Montero Garrido

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poesía Isabel Montero Garrido

Bajo cero

Foto Isabel Montero del Poemario, Plasma de los vivos.

Quieres ser des-hielo sobre piel ahora ilegible, sobre el contorno difuso de cuerpo, fiebre sobre pelo enmarañado, ardor sobre silueta entumecida.

Fuiste viento ártico, océano glacial para el cuerpo acobardado, organismo de entrañas congeladas, materia que solidificó la savia de las ramas.

Los muslos se congelaron antes de ser tibios. Lucía todavía el sol cuando fueron escarcha frígida. El corazón se engendró en piedra-hielo.

No quiero que conviertas de nuevo mi torso en agua-nieve, en materia cristalizada sobre pecho yerto.

No deseo que quemes mi vientre con tu fluido frío.

No me hieles los senos de amamantar la vida.

Porque bebes agua helada derramada, besas labios del crivolcán del cinturón de Kuiper.

Emanas lava-criomagma de una órbita lejana que se congela, según sale de su cráter, como un río en el silencio del espacio interestelar.

Deja ya que mi cuerpo vuele hacia arenas calientes de mares caldeados.

Deja que mis pies dancen sobre las brasas tórridas de un estío nuevo.

Isabel Montero Garrido

De Plasma de los vivos, edición de la RSBAP Delegación en Corte, en esta tarde de calor en Madrid en la que doy por seguro habrá almas que estén Bajo cero.