La ventana era una abertura a la esperanza. Podrían vivir detrás de ella la calma, la cordura, la libertad y la forma de iniciar una nueva vida lejos de allí.
Tristemente nunca lo sabría, el guardian de palacio custodiaba la llave con celo, con la buena disposición de un mayordomo que nunca decepciona a su amo.
Una vez siendo pequeña, al poco tiempo de estar encerrada allí, consiguió asomarse de puntillas por la ventana. A lo lejos le pareció ver el mar.
Esa noche soñó que un principe llegaría en un velero de oro y la rescataría. No sabía que esos principes habitan solamente los cuentos de hadas.
Isabel Montero Garrido