Y esta es mi ciudad bajo las cenizas
«Monólogo para Casandra» Wislatwa Szymborska
Desandares
Transitamos un tiempo por la Calle Mayor. El sol inconsciente trituraba nuestras cabezas. Dos. Y al menos a mí me golpeaba las sienes.
Caminamos sin rumbo no sé cuánto tiempo sobre los adoquines grises, uno al lado del otro, como dos titiriteros sobre unos zancos.
Puede ser que pensáramos los dos que al llegar al horizonte se encontrara el mar esperándonos. O que solo lo pensara yo.
Y puede ser que quisiéramos que allí junto a ese mar pudiésemos coger dos barcos a distintos destinos y con eso olvidar lo que había pasado.
Sin embargo era ilusorio porque el mar ya no se encontraba allí, había desaparecido o quizá no estuvo nunca.
Un mirador desvencijado e incluso improcedente ofrecía vistas gratuitas a la carretera de circunvalación. Cuatro carriles. Cuatro. Imposible tomar rumbo.
Y volvimos sobre nuestros pasos cansados, derrotado uno y rendido el otro.
Conscientes de ese andar absurdo y convencidos de que el sol seguiría devanando nuestros sesos desde allá arriba, licuando el calor en hielo para digerirlo más fácilmente. Seguros al fin de que después del desengaño el viaje continuaría a ninguna parte.