
llueve
como si fuera el llanto de los dioses
y nada parece detener el agua
qué forma ríos sobre el asfalto
de la ciudad
llueve
a la caída de la tarde, cuando se encienden las farolas y las gotas entonces,
se descomponen en haces,
en reflexión de luz
que brilla incandescente
llueve
y ya es primavera
y yo me refugio debajo de una marquesina del autobús urbano
el agua me salpica
igual que mojan las voces
de los que desoyen los gritos
de socorro de los desamparados,
en cualquier lugar del mundo
alguien tiró una moneda al alto
y salió «diluvio» como castigo
©Isabel Montero Garrido
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Poesia