Solo la distancia revela el secreto
de lo que parecía estar oculto.
Carmen Martín Gaite
“El cuarto de atrás”
Pienso despacio a trompicones como corre la cortina blanca de la cocina cuando se engancha a la puerta y la historia suena recurrente, toc, toc, toc, en mi cabeza.
Duele.
Basado en hechos reales que han sido camuflados con traje de camaleón para preservar las identidades.
Duele. Toc, toc, suena de nuevo; imposible olvidarlo y sentía que ya lo había visto todo, andado todo, entre paredes de escuelas.
“el niño, el menor de los dos quiso a cascar el huevo para echarlo a la sartén. Se había encaramado a una banqueta renegrida y asomaba su naricilla por encima.
el otro, el mayorcito tiró de él para apartarlo. Las tareas peligrosas junto al fuego de butano se las tenía reservadas para él.
el pequeño entonces rozó el mango de la sartén con su manita y se rocío el aceite hirviendo sobre la tripita hinchada y desnuda.
el otro el mayorcito, apagó el gas y puso derecha la sartén en el suelo, buscó una camiseta blanca con algún que otro agujero de desgastada y se la puso a su hermano para taparle las carnes heridas.
no se comieron el huevo de la comida, entraron en el cuarto de mamá que dormitaba ebria sobre un colchón y la taparon con un trapo viejo para que no se enfriara.
se agarraron de la mano como hacían todos los días y se plantaron en la puerta del colegio para esperar que sonara la sirena de las tres de la tarde.
todo fue aquel día, el día que no era de los Santos Inocentes”.
Duele.