Cuando amanece y
traspasas la línea
temprano,
llegas al mundo.
Caminas
por las aceras,
entre las calles.
Miras las farolas aún iluminadas,
adviertes en ellas destellos
luminiscentes. Es el rocío.
Sabes que es un efecto óptico,
a pesar de ello te engañas
como tantas veces y
agradeces lo que recibes.
La gente pasa a tu lado.
Deambulan, igual que tú,
desvaídos por tantas
madrugadas.
Crees que son como tú,
no adviertes más.
Será la lira del poeta.
Al atardecer, de vuelta a casa,
miras el Telediario,
lees en Internet
transitas todas las redes
en un mismo espacio.
Te haces consciente entonces.
Isabel Montero